jueves, 18 de septiembre de 2008

La Noche en Blanco

Por segundo año consecutivo (si es que no aprendo…) volví a “La Noche en Blanco” http://lanocheenblanco.esmadrid.com/lanocheenblanco/, que es un sarao multitudinario que organiza con gran fanfarria y 1.500.000 euros el Ayuntamiento de Madrid. Si tú también fuiste, no hace falta que sigas leyendo. Si no fuiste, te cuento de verdad-de verdad-de verdad de lo que se trata.

http://www.elpais.com/videos/cultura/madrugada/arte/asfalto/elpvid/20080914elpepucul_1/Ves/

Cinco patos gigantes de goma flotan en la fuente de La Cibeles, con la Plaza en penumbra. Enfrente, una instalación proyectada en la fachada de Correos (actualmente, sede de la Corporación Municipal) recoge tres o cuatro manchas naranjas de luz y suenan besos (sí, muac, muac) a razón de uno cada dos o tres segundos. La fachada de Telefónica en la Gran Vía luce adornada (¿?) por unos enormes tubos de tela rellenos de aire, que son de color y aspecto de intestino, no sé si delgado o grueso.

Lástima que me perdí los sonidos imitando al mar en el Templo de Debod, la caja de cristal con una violonchelista dentro y los DJ’s en el Paraninfo de la Complutense. Otras cosas que me perdí fueron las larguísimas colas que hacía la gente sin coacción, libre y voluntariamente, para hacer cosas tan apasionantes como ver las cocinas del Palacio Real (sic) o pasar andando por el arco central de la Puerta de Alcalá. Y tampoco hice la cola kilométrica para entrar gratis al Museo del Prado. Aviso: es gratis todos los domingos por la tarde y cualquier otro día con el carnet de profesor del IE también entras gratis.

Pensaréis que, para semejantes majaderías, seríamos cuatro gatos. Pues bien, gatos no sé los que habría porque para ser considerado gato hay que acreditar tres generaciones de nacidos en Madrid. Yo conozco un gato y tengo dudas sobre otra. Gatos, por tanto, estadísticamente eran pocos aunque, paseantes al relente de septiembre éramos miles.

El madrileño no es gato porque sus padres, abuelos, o incluso él mismo nació en cualquier otro sitio y no por eso deja de ser tan madrileño como el mismo Neptuno. Y al madrileño lo que le gusta es refrescar su cariño por una ciudad ruidosa, sucia e intransitable, pero que no cambiamos por otra.

La gente salió el sábado a pasear La Noche en Blanco igual que va a todas las manifestaciones de uno u otro signo, maratones, San Silvestres, cortylandias, misas al aire libre, desfiles de las Fuerzas Armadas, días del Orgullo Gay, visitas de Papas, cabalgatas de los Reyes Magos y en general, a cualquier cosa que impida que, si se cae el techo de su casa, le pille debajo (expresión de mi madre). Lo que hacíamos todos era pasear por el centro de Madrid. Íbamos todos bien apiñaditos por el centro de la calle Alcalá y nadie por las aceras. De eso se trataba, y los patitos, los besos y las violonchelistas quedan como otra idea carísima del Alcalde Presidente para sacarnos de casa y hacernos consumir en los bares.

El año que viene, recordadme que no vaya, pero no dejéis de ir algún año vosotros.

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