martes, 21 de abril de 2009

La novia que no quiso pisar el charco

Estuvo toda la noche lloviendo en Sanlúcar la Mayor, Sevilla, donde el sábado se casaban unos amigos míos. Blanca y radiante iba la novia arrastrando por el suelo la cola del vestido como corresponde. Caminaba directa hacia la puerta de la iglesia del brazo de su padre. Entre la puerta y la pareja novia&padrino había un charco ancho y profundo, con abundante barro y piedras. A los lados, más barro y la hierba de jardín. ¿Qué hizo la novia?

Pues en lugar de “hacer la Letizia”, o sea, quedarse mustia por la lluvia que arruina su gran día, nuestra amiga se recogió el borde del vestido, nos enseñó sus preciosos zapatos rojos (faltaría más), se metió por la hierba para esquivar el charco y volvió al caminito empedrado. Y p’alante como los de Alicante. Hala, colocadme la cola y el velo que seguimos la función.

De esto va el presente post: homenaje a esa novia que lo mismo soluciona un charco que un contrato, homenaje a las mujeres que se acuerdan de los cumpleaños de los sobrinos de sus maridos así como de los vencimientos de sus pleitos, gran homenaje a las madres que están tan atentas a las reuniones del colegio de sus hijos como a los problemas de sus clientes.

Gracias a mi buena estrella por vivir en un país occidental donde una mujer puede ser lo que quiera y su talento le permita sin tener que andar preocupándose de si es hutu o tutsi, de si lleva velo, chador o burka, de si su padre la casó cuando tenía 14 años con un pariente lejano. Tenemos otros problemas, pero afortunadamente no ésos.

Completo la ronda de agradecimientos con uno muy sonoro a Blackberry, por funcionar (Çcasi siempre) tan bien.

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