sábado, 3 de enero de 2009

Roto tengo el corazón (o los Reyes de Aragón)

Llevo llorando sin parar desde que me enteré. Por fin reúno las fuerzas necesarias para compartir con vosotros mi dolor. Resulta que los huesos que venía creyéndose que eran de los del Príncipe de Viana (1421-1461), pues no lo son. Es más, el falso esqueleto está formado por “cortas y pegas” de tres cadáveres distintos. Y tampoco son auténticos los huesos de la Reina Blanca de Navarra que supuestamente reposaban ad eternum en Santa María la Real de Nieva (Segovia). Estoy devastada. No como. No duermo. Y espera a leer lo peor…

Más destrozada me siento porque los restos mortales de Jaime I el Conquistador, guardados con devoción en Monasterio de Poblet presentan … ¡DOS CABEZAS! Esto los convierte automáticamente en falsos o bien en mitológicos. Y no sé cuál de las dos alternativas (falsos o mitológicos) me hiere más profundamente el corazón. Uno de los cráneos presenta una herida de saeta, que parece ser la causa de la muerte según la historiografía dominante. El otro muestra trazas de pelo rubio, lo cual responde a la descripción histórica del finado. Quinientos años casi llevamos engañados.

Y lo que más me indigna no es el engaño histórico, que en el fondo me da igual. Que estos personajes existieron está documentado por innumerables fuentes. Supongo que los historiadores que insistieron en las pruebas de ADN perseguían resolver esenciales encrucijadas de la historia, nudos gordianos del pasado, cábalas de otro modo irresolubles.

Lo que me fastidia es el uso de pruebas de ADN (que cuestan 100 euros cada una) con fondos públicos para un uso tan poco esencial. Si el cuerpo humano tiene, aproximadamente, 206 huesos, suponiendo que alguno se haya perdido, extraviado o destruido por el camino, ¿cuánto ha costado la broma de saber que los huesos NO son de esos difuntos tan ilustres?

Puestos a sacar partido a la prueba de ADN, en el municipio de Paterna (Valencia) los vecinos proponen imitar la iniciativa israelita de tomar muestras de ADN a los perros (¡a los perros!) para contrastarlos con los excrementos que los vecinos (responsables según el artículo 1.905 del Código Civil) permiten dejar a sus canes. Manda narices, por no decir algo más fuerte. Ahora van a multar a los irresponsables propietarios que no recojan sus inmundicias y utilizarán como prueba el ADN que aparezca en las mismas. Qué cochinada.

En los tristes momentos económicos que vivimos, ¿es que no se les ocurre a nuestros gobernantes mejor forma de gastar el dinero público? Les doy unos ejemplos: educación, obras públicas, enseñanza, prestaciones sociales, formación, crear empleo, universidad, investigación … Si insisto tanto en el tema de la educación es porque sólo con ella se harán innecesarias pruebas de ADN de los canes. Lo que tiras, lo recoges, y mejor directamente no lo tires. Como decía mi abuela Cecilia, “no es más limpio el que más limpia, sino el que menos ensucia”.

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