lunes, 26 de noviembre de 2007

¿Conviene separación de bienes?

Nuestra cliente Doña Juana es una empresaria en activo que ha reunido un enorme patrimonio personal y empresarial. Con 59 años, goza de una salud de hierro. A sus 23 años, su hija Juanita, escultora de profesión y no precisamente de éxito, anuncia su boda un banquero de inversión. Doña Juana le insiste a su hija en que tiene que casarse en separación de bienes. Yo creo que Doña Juana se equivoca.

Hay algunos clientes que no conciben otro régimen económico matrimonial que la separación de bienes. Si hablas con románticos, te dicen que la comunicación foral es la más pura expresión del amor eterno. Los que tienen negocios de riesgo más vale que no estén en gananciales, pero … ¿qué le recomiendas a Juanita?

Creedme, está muy arraigado el lugar común según el cual, cuando estás casado en gananciales, los bienes recibidos por herencia corresponden a ambos miembros de la pareja. Es un error: los bienes (o deudas) recibidos por herencia son siempre privativos. Para un matrimonio en gananciales, son gananciales LOS FRUTOS de los bienes privativos.

Bajo el régimen de separación de bienes, durante toda la vida de Doña Juana, el sueldo del marido banquero de inversión de Juanita será privativo de él. Es verdad que él contribuirá a las cargas del matrimonio mucho más que ella, lógicamente hasta que la obra escultórica de Juanita sea reconocida en el mérito que tiene. Cuando ella herede o por fin su obra cotice al alza, la proporción tendrá que equilibrarse.

En fin, que mientras viva Doña Juana, si su hija Juanita se casa en separación de bienes, tiene que confiar en la generosidad de su marido, en la de su madre o en la de su marchante. ¿Alguno de los lectores tiene galería de arte?

lunes, 19 de noviembre de 2007

Ilícitos Cuentos Infantiles I.

A ver si cuando lees cuentos a tus hijos, en lugar de poner el piloto automático, te fijas en las curiosas instituciones jurídicas que manejan. Veamos el pavoroso ejemplo de “El Flautista de Hamelín”.

Un municipio presumiblemente de menos de 1.000 habitantes sufre una plaga de roedores. El alcalde contrata a un consultor con el que acuerda una contraprestación en metálico, cuyo pago se produciría una vez ejecutados la obra o servicio. El contratista diseña e “implementa” (sic) una solución ad hoc consistente en trasladar la población roedora a un río, en el que perecen ahogados todos los ratones. No se tienen noticias de pliego de condiciones u otros licitadores en concurso.

Incumplida por la corporación municipal la obligación de pago, el alcalde amenaza al profesional (flautista) con meterle en la cárcel. El profesional retiene contra la voluntad de sus padres a todos los niños de la localidad y los traslada a una montaña y los encierra en una cueva. Presionado por la opinión pública, el alcalde procede al pago del precio acordado y el flautista, al traslado de vuelta de los niños a sus respectivos hogares.

Contratación administrativa a dedo (¿o quizá se trató de un procedimiento negociado sin publicidad?), uso exorbitante del ius variandi, prevaricación, secuestro, delito ecológico por abandono de cadáveres, extorsión, amenazas, incumplimiento de contrato … me parecen lo de menos, comparado con las incoherencias que relato a continuación. Si todos los mamíferos (menos los seres humanos) nacen sabiendo nadar ¿cómo es que los ratones se ahogan y no así los niños? ¿Por qué el flautista no solicita provisión de fondos? ¿Por qué no consta su contrato por escrito? ¿Por qué no recurre el flautista a los tribunales de justicia?

Bueno, la respuesta a la última pregunta me la sé.

Que tengáis buena semana.
Teresa

lunes, 12 de noviembre de 2007

La fea, para mí

El sábado jugaron en el Masters Femenino de Madrid Maria Sharapova y otra de las ocho mejores tenistas del mundo. Sólo vi el resumen de Noticias Cuatro. Un presentador comentaba alegremente con otro cuánto más guapa era una que otra y si tenía o no mejor tipo (sic). La discusión se zanjó con un “pues la fea, para mí…” Si la anécdota te hace gracia, casi mejor no sigas leyendo este post.

Es verdad que muchas tenistas abren una “segunda línea de negocio” como modelos gracias a sus excepcionales condiciones tanto publicitarias como, por supuesto, físicas. De este modo, fomentan unos comentarios que –en última instancia- acaban haciéndolas más cotizadas y ricas. Sin embargo, vayamos más allá en el desafortunado comentario de los periodistas.

Cualquiera de las ocho jugadoras del Masters tiene más resistencia a la frustración que tú, más fuerza física y mental y ha ganado este año más dinero. Y sobre todo, cualquiera de ellas juega mejor al tenis que tú (¿o es que está Rafa Nadal consultando este blog?). Lo que transmiten los periodistas ¿es sólo envidia? ¿O es que se limitan a expresar en palabras lo que toda la audiencia del canal piensa? En ambos casos merecen una llamada de atención.

¿Cuántas veces tienes a una profesional enfrente, como abogada tuya o de la parte contraria, como juez, como directiva de una empresa … y además de su trabajo estás juzgando sin parar su aspecto físico? Y, de las veces que lo piensas, ¿en cuántas ocasiones además lo comentas?

A las mujeres nos caben dos alternativas: o quejarnos de este trato o pasar al ataque con las mismas armas. Señoras, hagan juego.

lunes, 5 de noviembre de 2007

Pero … ¿cómo no vas a ser mileurista?

Me gustaría empezar en este nuevo canal de comunicación con una experiencia personal que creo que no os resultará del todo ajena.

Como socia de un despacho de abogados de Madrid, a veces me ocupo de selección de personal. El otro día entrevisté a una candidata para un puesto de recepcionista en el que solicitábamos un nivel alto de inglés. La candidata alegaba estar estudiando 4º curso de inglés en la Escuela Oficial de Idiomas, así que la llamamos para hacerle una entrevista. Le dije “imagínate que un cliente llama preguntando por uno de los socios y tienes que decirle que no está y que llame mañana”. Ella dijo “The boss no is. Can call tomorrow?”, una traducción impecable palabra por palabra de “El jefe no está. ¿Puede llamar mañana?”

He encontrado un nivel bajísimo de inglés, pero no sólo en puestos administrativos sino también entre los abogados. Hablamos de gente nacida en los años 80, criados en la cultura de Internet, viajados (aunque desgraciadamente no siempre muy leídos) y educados con mimo y medios por sus padres y las instituciones publicas y privadas.

¿Cómo es posible que no sepan mejor inglés? No me refiero a un inglés bilingüe o con acento “oxbridge”. Me conformo con ese nivel intermedio-elevado que permite entenderse con un fiscalista holandés en una conference-call o con un cliente americano que no hable como un traficante de Los Ángeles.

Aprender inglés no es tan difícil. Es más, de los idiomas al uso, es de los más fáciles. ¿Cuántos buenos estudiantes de Derecho se cierran las puertas sólo porque se cierran los oídos? ¿Cuántos abogados mediocres progresan sólo porque saben inglés? ¿Y de qué se queja tanto el mileurista que tiene a su alcance doblar su sueldo sólo por saber decir en el idioma de la Pérfida Albión “Aprendí inglés para mejorar mi nivel profesional y distinguirme de tantos otros que no hicieron el esfuerzo”.

Decidme que me equivoco, que vivo en otro planeta y que esto no es así en realidad.